Libro: El señor sana
Autor: Mons. Alfonso Uribe J.
Editorial: Lumen
Año: 1989
País: Buenos Aires, Argentina
En la Renovación que el Espíritu Santo está efectuando en la Iglesia, el elemento o punto central y esencial es "el Bautismo en el Espíritu Santo". Con estas palabras designó Cristo la plenitud del Espíritu que habrían de recibir unas ciento veinte personas el día de Pentecostés. Juan el bautista había dicho señalando a Jesús: "He visto al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma y se quedaba sobre él. Y yo no le conocía, pero el que me envió a bautizar en agua, me dijo: Aquel sobre quien veas que baje el Espíritu y se queda sobre él, ese es el que bautiza en el Espíritu Santo. Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es Elegido de Dios" (Jn 1, 32-34). San Lucas nos dice: "Jesús lleno del Espíritu Santo, se volvió del Jordán y fue llevado por el Espíritu al desierto" (4,1) y después de narrar las tentaciones que le presenta el diablo al Señor, añade: "Jesús, impulsado por el Espíritu, se volvió a Galilea" (4,14). A lo largo de su predicación Jesús habló con frecuencia del Espíritu Santo, pero lo hizo con mayor insistencia antes de su Pasión, cuando anunció a sus Apóstoles que les enviaría un nuevo Consolador, el cual les recordaría todo lo que les había enseñado y los llevaría a la verdad plena (Cfr. Jn 14,26; 15, 26 y 16, 14 y 15).
Minutos antes de la Ascensión les da la noticia: "y comiendo con ellos les mandó que no se ausentasen de Jerusalén, sino que esperasen la Promesa del Padre que de mí habéis escuchado: porque Juan bautizó con agua, pero vosotros, pasados pocos días, seréis bautizados en el Espíritu Santo" (Hech 1, 4.5).
El cumplimiento de esta Promesa tuvo lugar el día de Pentecostés y es también "para todos los que están lejos, para cuantos llame el Señor Dios nuestro", como lo predicó Pedro en su primer sermón (Hech 2,39).
Una de las religiosas que recibió el 9 el bautismo me decía después: "ahora sí sé lo que es Pentecostés; lo he experimentado".
Sólo quienes hayan recibido este bautismo y hayan experimentado sus efectos, comprenden lo que acabo de escribir.
Cuando durante el retiro del clero uno de los sacerdotes me preguntó cuáles eran los principales efectos de este bautismo le pude decir:
- Un gran amor a la Palabra de Dios. Se experimenta la realidad de esas palabras del Salmo: "tus palabras, Señor, son espíritu y vida".
- Una intensa sed de oración. Una religiosa me dijo: "qué necesidad y hambre tan grande de oración la que experimento desde el domingo".
- Un amor muy profundo a la Sagrada Eucaristía y al Sagrario.
- Un aprecio filial por la Santísima Virgen. Entra Ella de un modo nuevo en nuestras vidas.
- Amor filial al Santo Padre y a la jerarquía y un gran aprecio por el Magisterio. "Ahora lo quiero", oí decir a un sacerdote refiriéndose a su obispo.
- Se descubre el valor de la comunidad y se experimenta la necesidad de amarla y de proyectarse a ella con generosidad.
- Los carismas empiezan a aparecer y a crecer con su ejercicio.
- Lo más importante es el gozo inefable que se experimenta con la experiencia de la persona amorosa del Señor en nuestras vidas. "Si alguno me abre, entraré, cenaré con él y él conmigo".
Quien nos bautiza con el Espíritu Santo es Cristo como lo dijo Juan el Bautista, pero para esto, antes, tiene que quitar nuestros pecados.
Si no nos arrepentimos del pecado no podremos recibir la purificación requerida para la plena comunicación del Espíritu. Pero ahora estamos descubriendo que el poder de Jesús de quitar el pecado del mundo va más allá de lo que suponíamos. Son muchos lo alcohólicos, los drogadictos y los homosexuales que están siendo liberados plenamente por el Señor y por la acción del Espíritu.
Ahora sí podemos dar respuesta a problemas pastorales frente a los cuales nos sentíamos impotentes.
Tuvimos dos sesiones para orar por el bautismo en el Espíritu Santo, en Rionegro la primera, y la segunda en la Ceja para sacerdotes. En ambas más de cien personas, cuarenta y cinco de ellas sacerdotes, lo recibieron.
La ceremonia (llamémosla así) consistió en la oración que varios miembros de la Asamblea, que ya habían recibido este don divino, dirigieron a Jesús Resucitado para que derramase su Espíritu de una manera nueva y abundante sobre quienes anhelaban recibirlo y con fe y humildad se acercaron para recibir esta oración y unirla a la suya.
No olvidemos que Pentecostés se realizó en un ambiente comunitario ("y todos quedaron llenos del Espíritu Santo") y que la oración "en comunidad" tiene una fuerza especial.
Esta oración se hizo, como es costumbre ya muy general, con imposición de manos.
Es preciso aclarar que esta imposición de manos no es, en manera alguna, ni un rito sacramental, ni un ademán mágico, sino un gesto que encontramos con frecuencia en el Nuevo Testamento y que es una señal visible y palpable del verdadero amor fraterno y de la comunicación en la oración y el anhelo de recibir el Espíritu. Ayuda a soltar los impedimentos de la fe y a abrir las compuertas que permitan llegar el río del Espíritu a todas las partes de nuestro espíritu.
En relación con los sacramentos conviene advertir que este "Bautismo en el Espíritu" no reemplaza el Bautismo o la Confirmación, sino que los supone. Lo que hace es reavivar y poner en actividad el rico potencial que ellos encierran pero que a veces permanece muy inactivo en muchos.
Además revitaliza las gracias que recibimos en Sacramentos como el del Orden o del Matrimonio, y pone en actividad carismas que habíamos recibido desde el Bautismo pero que habían permanecido latentes e inoperantes por falta de una fe más viva.
El Bautismo en el Espíritu Santo debe relacionarse directamente con el acontecimiento de Pentecostés como aparece en el primer capítulo de los Hechos en labios del Señor (Hch 1,4-9) y que vimos anteriormente.
Una de las definiciones mejores que he visto es la siguiente: "Es una efusión del Espíritu Santo que pone en actividad el rico potencial de gracia que Dios ha dado a cada uno, según la propia vocación y según el carisma personal del estado propio de vida".
Para sintetizar podemos decir que la corriente de Renovación en el Espíritu Santo que está llegando a tantas personas ahora, es un acontecimiento importantísimo en nuestra vida que nos da un profundo conocimiento experimental del Señor Jesús y del Padre, comunicado por el Espíritu Santo, y la recepción de un nuevo poder para dar testimonio del Señor.
Fue lo que dijo Cristo cuando prometió su Espíritu: "Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de verdad que procede del Padre y que yo os enviaré de junto al Padre, él dará testimonio de mí y también vosotros daréis testimonio" (Jn 15, 26-27).
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